Cuentos Cortos: » Doce Pelotas»

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Se suma a este espacio la impronta de un colega Juan Carlos Francomano en  una faceta no tan conocida pero no menos atrapante. A disfrutarlo.

Hoy en Cuentos Cortos, recibimos a Angel Ferro Carbonieri, seudónimo del periodista y docente Juan Carlos Francomano que nos incorpora sus «Doce Pelotas»

 

Desde que comenzó a jugar, y más allá de sus destrezas naturales para el fútbol, siempre se destacó por su amplio vocabulario y tremenda habilidad para iniciar las polémicas propios de un juego “fue  penal……. que va a ser penal si se cayó solo”, “ pará..pará..no fue gol…estaba dos metros adelantado…es orsay”,  “  lo agarra …lo camisetea….es foul, es foul” y decenas de frases más que siempre tenía a flor de labios.

Vivo, muy vivo, altamente despierto a la hora de defender una hipótesis, que aunque no fuera verídica, su alto poder de convicción la transformaba en realizable y efectiva.

Esa habilidad  innata, a la hora de armar los equipos en el potrero de barrio, le dio de por vida el número “uno” ya que siempre los que pisaban lo elegían primero, porque más allá de jugar bien a la pelota,  de boquilla era un crack y siempre salía airoso.

Como jugador llegó a lo más alto en el ámbito local, reiteradas veces campeón con su club, diez años titular indiscutido en la selección mayor  de su ciudad natal en campeonatos regionales y provinciales.

Cerca de cumplir los treinta años de edad se transformó en director técnico de las divisiones inferiores del club de sus amores, de la entidad que lo cobijó desde sus seis años y de la que con indisimulado orgullo decía: “es mi segunda casa y mi único club”.

Su capacidad para aconsejar a los purretes, su oficio para saber parar en la cancha a cada uno de los equipos que conducía y su viveza para acertar con los cambios le permitieron cosechar varios campeonatos y promocionar a muchos chicos a la reserva y primera.

Pasaron los años y su trabajo siguió dando frutos. Al cumplir los cuarenta y cinco, delegó en un hombre de su absoluta confianza y con la misma idea futbolística el manejo total de las divisiones formativas.

El club había crecido. Ya no era de fútbol y bochas solamente, se habían incorporado otros deportes como el básquetbol, el vóleibol y el tenis.

Y lógicamente se necesitaban dirigentes.

El  “Viejo”, como lo apodaban desde siempre, las sabía a casi todas. Manejaba con destreza el reglamento de pases, era rápido de reflejos para captar el momento oportuno y fichar a jugadores con futuro y luego de charlas profundas con sus padres.

 Fue innumerable la cantidad de jugadores que reclutó lo que le permitió armar una cantera con los mejores y posicionar a su club entre los mejores de la zona.

Lo antes dicho le facilitó los mejores contactos con clubes capitalinos, ésos que salen en los diarios y revistas deportivas.

Y gracias a sus recomendaciones varios ficharon en entidades de la AFA y trajo como recompensa recursos materiales e indumentaria deportiva.

Un día, en sus habituales recorridas por el club, se cruzó con el Presidente, quien le pidió que lo ayudé con el voleibol.

“No, no cuentes conmigo. Apenas se que juegan seis contra seis”, fue su sincera respuesta.

“Viejo querido, no hay que saber del deporte. Yo quiero que vos acompañes al equipo, que se sientan que hay alguien del club junto a ellos”.
 

“Muy bien, si es así aceptó por nuestra amistad y por el club”.

El “Viejo” empezó a ir a los entrenamientos, los martes y los jueves a las 20 hs.

Colaboraba en todo, alcanzaba las pelotas que se iban afuera, ayudaba en la utilería, cargaba los bidones, pero del deporte en sí no decía nada porque su ética no se lo permitía.

Otra de sus obligaciones, y que cumplía a rajatabla, era ir los lunes a las reuniones de la Asociación de Voleibol, que tenía en sus registros 13 clubes afiliados, de la ciudad, la zona y localidades vecinas.

Sesión tras sesión fue sumando experiencia, y por sus conocimientos dirigenciales del fútbol, empezó a sacar réditos rápidamente.

Tenía credibilidad y mucho carisma y su propuesta para armar el torneo fue aprobada por unanimidad. Todos contra todos, a dos ruedas, con partido y revancha y uno libre por jornada.

Había aprendido que la entrada en calor de los jugadores de voleibol es en pareja y con una pelota por dupla. Por consiguiente había que poner seis balones en la bolsa.

También había sacado una cuenta mentalmente y que se guardo y sociabilizó en el último entrenamiento de la semana y a un día del debut en el certamen, el “Viejo”, luego de pedirle permiso al entrenador para decir unas palabras, expresó: “Antes que nada los saludo y quiero que sepan que valoro mucho el esfuerzo que todos hacen y les prometo que al término del certamen les voy a traer doce pelotas de voleibol”.

El gimnasio tembló al son del cántico “y dale Viejo, y dale Viejo” y seguidamente levantado en andas para iniciar una vuelta olímpica.

Terminó el torneo, el equipo culminó en mitad de tabla y fue un logro por demás importante.

Lo prometido es deuda y a las deudas hay que honrarlas, comenzó diciendo el “Viejo” antes de comenzar la cena de agasajo al plantel. Y levantó una bolsa con doce pelotas de voleibol, expresando: “esto es de ustedes”.

Recordarán que su misión era acompañar al equipo. Él fue a todos los partidos en calidad de visitante, portando el bidón y la bolsa con cinco pelotas.

En su riñonera, a parte de sus documentos y billetera, llevaba varias biromes y fibrones de distintos colores.

En la previa a los partidos, es decir en la entrada en calor él estaba muy atento al trabajo de los rivales.

Sabedor que siempre, pero siempre una pelota se va afuera, debajo de las tribunas, de las plateas, al kiosko o adonde usted quiera imaginarse.

Por lo general terminaba en las manos del “Viejo”, que con birome o fibrón le ponía las iniciales de su club y engrosaba de cinco a seis las pelotas en su bolsa.

En algunas oportunidades hubo reclamos por parte del otro utilero, pero el “Viejo” abría la bolsa y le decía: “mirá, fijate están las seis pelotas nuestras”.
Texto: Seudónimo «Angel Ferro Carbonieri»
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