Carta abierta a Maradona

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Misiva del  reconocido escritor local Roberto Armando Forte publicada en su libro » Páginas para Latinoamericanos».

El reconocido escritor local Roberto Armando Forte publicó en su momento esta carta abierta a Diego Maradona.

El deceso del ídolo nos motivó a compartir con nuestros visitantes el contenido de la misma, párrafos que marcan la sensibilidad de quién las expresa con profundo sentimiento y autenticidad.

 

CARTA ABIERTA A MARADONA (en uno de sus regresos al fútbol)

 

 Durante el Mundial de Fútbol de 1994, después del partido contra Nigeria,  que dejara al Seleccionado Argentino en condiciones óptimas  para llegar a las instancias finales,  Maradona quedó fuera del certamen como consecuencia  de un caso de doping positivo con efedrina.

Sin embargo, quince meses después, Diego Maradona regresaba al fútbol argentino y al  equipo de sus amores -Boca Junior´s-

                                                           Para esa época, el popular Diego ya no corría, trotaba, pero aquellos que vimos ese partido               difícilmente podremos olvidarlo.

                                                           Lo que sigue, más que una carta, es un  sentimiento, que quizás sea compartido por  muchos argentinos.

 

Querido Diego:

 

 

Nunca te vi personalmente, ni tampoco nunca cruzamos una palabra, sin embargo, sé que puedo ser tu amigo.

 

Sé, además, que muchos te han escrito cartas y litros de tinta se han vertido para contar tus historias, comentar los partidos que son tus partidos…

 

Sé también que algunas notas sobre tu epopeya del fútbol, son ya clásicos de la literatura periodística y existe un poema de Héctor Negro que eriza la piel de quien lo escucha.

 

Ésta no pretende ser una última carta, ni por asomo una mejor nota, es sólo «mi» carta, la que he comenzado tantas veces y otras tantas dejé inconclusa, la que imaginé de mil modos: con música, en prosa, con rima, con dolor, con bronca, con lágrimas…

 

Es «mi» carta, ahora que has  vuelto como tantas otras veces, ahora que no es necesario confortarte, porque estás de nuevo en las canchas, con tu juego de artista, medio reo, medio genio, con tu zurda en ristre haciendo estragos en cualquier defensa…

 

No sé si esta carta importa, sólo la escribo para decirte que he visto llorar hombres duros cuando «apilabas» ingleses en un partido inolvidable, que he visto llorar mujeres, a quienes nunca importó el fútbol, cuando después del encuentro contra Nigeria «te cortaron las piernas», según tu propia expresión… Sólo la escribo para decirte que me emocioné siempre cuando volviste, una y otra vez, a cualquier equipo, sin que pudieran matarte, renaciendo y brindándonos -a nosotros, débiles criaturas llamados argentinos- la esperanza de que la resurrección es posible.

 

He escuchado decir que no debes hablar y sólo debes jugar, porque eres como los chicos, que lo mejor que hacen es jugar. Pero dudo de eso, pienso que debes seguir hablando porque, como los chicos, casi nunca mientes y si lo haces, es sólo como mienten los chicos, alimentando nuevas fantasías.

 

No creo que seas un dios, como algunos están convencidos, pero sí creo que muchos te han idolatrado y que tienes algo de mártir, porque te han castigado y te han usado para embanderar causas no muy nobles o para encubrir hechos y pecados ajenos al fútbol.

 

También muchas veces te han acusado y pocas veces te has defendido, porque pienso que, en el fondo, la ofensa no puede tocarte, salvo cuando la emprenden contra los que amas… y, como amas a muchos…, ése es tu lado débil.

 

Te han tildado de muerto de hambre, de pobre, de rico, de cabecita negra, de encumbrado, de pedante, de soberbio, de agrandado, de mentiroso, de que no sabes callar, de débil, de poderoso, de ingrato, de drogadicto… pero sobre el pasto verde, con goles increíbles o colocando una pelota a decenas de metros, todos te usamos como paño de lágrimas, para olvidar frustraciones, para culparte de nuestra impotencia, para vender más de todas las mercaderías e ilusiones que se pueden vender.

 

Una vez te acusaron de hombre débil que no pudo soportar la fama.., ¿qué saben algunos de sufrir dolor para conformar a muchos?, qué saben de exigencias de noventa minutos a todo ritmo y a todo genio, cada setenta y dos horas, en tierras lejanas, con otros idiomas, pero siempre para satisfacer expectativas que te exigen, además, ser el más inteligente, el más ocurrente, el más dinámico, el más sabio, el más amable, el más altruista, el más solidario, el más valiente, el más sobrio, el más elegante, el más justo, el más inocente, el más ingenuo… para toda una sociedad que consume.

 

Qué saben algunos de soportar un tobillo que duele a muerte, por una quebradura horrible, causada por un fútbol picapiedra, que te hachó la pierna, cuando eras casi un niño…?

 

Yo sé que esta carta no cambiará el mundo, ni siquiera sé dónde enviarla, pero es «mi» carta y debo decirte que puedo ser tu amigo, porque un día dejarás el fútbol y serás todo historia y porque un día moriré sin dejar rastros…

 

Es «mi» carta y debo escribirla y decirte estas cosas, porque temo a los pecados de omisión, porque no le escribí a mi amigo José, poco antes que muriera, ni tampoco les escribí a los Presidentes constitucionales de mi país, para decirles de mi solidaridad, cuando les arrebataban los respectivos gobiernos y las ilusiones los poderosos de siempre, y eran «mis» gobiernos y «mis» ilusiones…

 

Esta carta, es sólo «mi» carta que probablemente nunca leerás, pero como soy una de esas débiles criaturas, que llaman argentino, que cree  un poco en lo mágico y en alguna resurrección, debo pedirte que, si alguna vez escuchas un párrafo, o alguien pronuncia las palabras que fueron mis nombres, recuerdes que, más allá de las historias de héroes y de ídolos que se escriben sobre el fútbol y por el fútbol, puedo ser tu amigo.

Texto: Roberto Armando Forte, del libro «Páginas para Latinoamericanos»

Foto: Marca.com

 

                                                                 

 

 

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