El fervor y la pasión proyectada a nivel nacional y sus reminiscencias con otros épocas de nuestro fútbol
La presencia de las reservas de Boca y San Lorenzo dejó al descubierto la pasión que existe en torno a estas dos casacas.
La pertenencia, el fervor, la adhesión sin reservas es algo realmente maravilloso.
Casi dos mil personas vivaron a jóvenes futbolistas casi desconocidos para la mayoría.
Los defendieron a rajatabla durante el partido, increparon al árbitro en cada acción que les generaba dudas sobre su veracidad, y volcaron espontáneamente su aliento a lo largo de la noche.
Son sin dudas las camisetas las que despiertan semejante admiración.
Poco importa el nombre de los hombres que la visten ocasionalmente.
Son Boca y San Lorenzo y eso es importante. Lo demás no cuenta.
Si por caso algunos de esos jóvenes vinieran a reforzar algunos de los equipos de Olavarría, seguramente muy pocos se sentirían necesitados de brindarles su apoyo y acompañarlo en cada presentación.
Lo que se valora es la casaca, son los colores.
Eriza la piel la admiración de los hinchas, tanto los de Boca como los de Boedo.
Y la gran fiesta que se vivió, y de la que estamos agradecidos se haya plasmado con éxito, nos trajo a aquellos que transitamos la madurez de la vida recuerdos de otros tiempos.
Tiempos en que esa pasión, esa identificación de los aficionados con los colores, ese acompañamiento que llenaba estadios tenía que ver con los clubes locales.
De la forma que ayer generosamente el público gozaba en pos de sus equipos, se pragmatizaba por entonces con Racing, con Estudiantes, con Ferro, con San Martín, entre otros, en los torneos locales.
Y ese fervor, esa concurrencia masiva, esa fiesta tan linda que deriva del fútbol era propiedad de nuestra propia patria chica.
Claro, eran otros tiempos. Ahora todo cambió.
Texto: Carlos Zangara