Cuentos Cortos: «El alma mater «

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Un canto a la vida, las relaciones y la pasión por devorar kilómetros arriba de una bicicleta roja. Un  cuento de Carlos Luis Ferreyra.

Cuentos Cortos. El espacio cedido gratuitamente  por  «Emblema Deportivo»  para aquellos que sientan la necesidad de expresarse. Una vez mas Carlos Luis Ferreyra apela a la sensibilidad  y en emotivo relato nos pone en la piel de un apasionado cultor de la cenicienta de los deportes mecánicos.

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Solidaridad, equipo, raíces familiares, pasado y presente.
¿Y el futuro? El futuro vendrá, como siempre y solo hay una salida: enfrentarlo pase lo que pase con la mayor dignidad posible.
Amor incondicional.
¿Cuánto vale una hora, un minuto o un mísero segundo? Acaso el tiempo tiene precio. Tienen precio la felicidad y la libertad en todos sus sentidos y estados? Quizás estén cerca de nosotros, en nuestras propias manos y no nos hemos damos cuenta.

El alma mater

Miró la bici que estaba en el porche de la casa, se sentó al lado de ella, como si fuera la mujer de sus sueños, le habló suave con la voz entrecortada a modo de despedida y pasó su mano por el frio cuadro de carbono buscando una explicación.
Se paró detrás de la puerta, había arreglado con el rematador un tal Mauricio, tipo confiable, que la pasara a buscar por su casa, le había dicho que con un remate Online recaudarían bien, buena propaganda, era la bici del campeón. Cuando el rematador llego no pudo hablar, le hizo un gesto con la cabeza de “llévela nomas”.
No era una bicicleta común, arriba de ella como un torpedo humano había ganado muchas carreras, 3 veces la vuelta de Olavarria y casi otra arremetiendo de atrás ya en las postrimerías de su retiro segundo puesto detrás de Curuchet.
Había recorrido el país, un campeón arriba de las dos ruedas, incansable luchador en los entrenamientos, aguerrido en el sprint final, tenía un golpe de velocidad que le nacía del alma, una furia que canalizaba en cada estocada sobre el pedal. Pero como muchos campeones, exquisitos y fueras de serie de la historia del deporte cuando apoyaba los pies sobre la tierra era otro, desorganizado, desmotivado e incluso sumiso.
La pandemia como a muchos , le pegó de lleno, una trompada de nocaut en la quijada, una caída a cincuenta de velocidad en la bici, por eso debió vender lo más preciado que tenía, el animal de carbono al que montaba y lo transformaba y al que sacrificaba para cumplir sus obligaciones contraídas, como Dios manda
Encima la jubilación no salía, se atrasó todo. Noticia que le dio por teléfono un empleado en forma amable y que con un ‘’ tenga paciencia” culmino la llamada.
Carmen su señora siempre lo ordenó en el buen sentido. Tremenda, decían sus amigos y entre risas lo cargaban en las peñas alegando que, corría tanto en bici para alejarse de ella. Y no le erraban era muy positiva y conocía de motivaciones.
El amaba a Carmen, la valoraba y sabía que sin ella nunca hubiera levantado una copa, era el alma mater. Preparación de alimentos, horarios de entrenamientos, accesorios, viajes, controles, rutinas, gimnasios, motivación, bancos, tramites. Una coaching natural. Todo, pero todo, lo manejaba ella, salvo la bicicleta.
Es que Quique revivía en su bici, era otro, seguro y creativo, su mente tenia alas, generalmente se remontaba a su infancia, a las charlas con su padre, las caricias y cuidados de su madre, a momentos felices.
Sus recuerdos más hermosos afloraban devorando kilómetros, la ruta y el paisaje le apasionaban, sentía libertad, una inyección natural para el alma. Para él era normal esa vivencia cuando pedaleaba. Pero cuando se vio privado, cuando llego esa peste, se dio cuenta que era más pobre, más necesitado que nunca y que no podía amasar esos pensamientos con los pies sobre la tierra, se quedó sin emociones. Su tiempo se frenó, un palo puesto en los rayos de la bicicleta.
Dale Quique levántate, aféitate por favor le dijo Carmen hoy es el remate y es online, dale viejo.
No lo quiero ver dijo Quique con voz suave pero firme y no quiero saber cuánto se pagó ni quien la compró.
Era sábado y la tarde caía, el viento y la baja temperatura habían ganado las calles, los remolinos de hojas eran más libres que nunca, con su sonido parecían que reían, la naturaleza de jactaba en la cara de todos de su eterna libertad.
El timbre sonó entrecortado, la bici, la rojita como Quique le decía estaba afuera. Es que varios y muchos se habían juntado solidariamente para poner unos miles. Una idea de Carmen y el Tano, un conocido periodista amante del deporte de la ciudad, tuvo un final feliz, lograron a última hora poder llegar a retenerla con lo recaudado.
Nadie estaba afuera, solo la bicicleta y un aparato en donde se colocaba la misma para pedalear. Era una sorpresa y no querían que Quique se sintiera en deuda con nadie.
Dale Quique levántate, está tu novia en el porche esperándote le dijo Carmen con voz socarrona. Ambos sabían a quien se referían cuando Carmen le decía “tu novia.”
Emocionado, casi sin aire, Quique escucho a Carmen de cómo había sido todo el plan de rescate.
Quique se vistió con toda su parafernalia deportiva como para ganar otro campeonato. El aparato donde apoyaba su bicicleta le permitía volar, aunque sea dentro de su casa.
Al rato, ya transpirado y sobre la bici, llamo a Carmen:
Vieja, recién me acordé que una vez mi papá me dijo que la libertad y la felicidad, estaban en las cosas simples y que nunca las iba a poder tener todo el tiempo y en forma completa pero que cuando las tuviera ante mí, me diera cuenta de disfrutarlas a pleno, que eso era gratitud a la vida. Y agregó, como tantas veces decía: era un genio mi viejo, un genio, como vos Carmen, como vos.

Texto: Carlos Luis Ferreyra.

Foto: Cortesía Macacycles

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